El Contrato para la Formación y el Aprendizaje, ¿una forma de generar empleo y descubrir talento o una mera ilusión?
Desde que se reinstauro el nuevo Contrato para la formación y el aprendizaje, y hablamos de reinstaurar, porque desde tiempos inmemoriales el concepto de aprender una profesión bajo la tutela de un profesional conociendo tanto la parte más técnica del trabajo, como los secretos que llevaba aparejada dicha profesión, ha sido una práctica habitual. Esto ha permitido perpetuar hasta nuestros días el concepto de “profesión” como lo entendemos actualmente.
Hemos vertido opiniones de todo tipo acerca de la utilidad o no de este tipo de contrato, pues bien, como concepto me parece una magnífica idea el hecho de incentivar a las empresas económicamente para que contraten jóvenes en un tramo de edad difícil para acceder al mercado laboral sin una cualificación acorde. La posibilidad de reincorporar al mercado laboral a jóvenes provenientes de sectores muy castigados por la crisis y sobre todo darles una formación acorde al trabajo a desarrollar y que lleva aparejada una titulación profesional, son puntos que por sí solos configuran el Contrato para la formación y el aprendizaje como una alternativa, a priori muy atractiva.
Nosotros vamos a hablar aquí de las segundas oportunidades, pero nuestro protagonista no es el perfil tipo al que va dirigido este tipo de contratos. Vamos a contar la historia de J.R.F, y al final sacaremos conclusiones…
J.R.F licenciado de 27 años con un master y dos idiomas, con una formación que abarca 20 de sus 27 años de vida y con unas expectativas acordes al esfuerzo que le ha supuesto acabar su carrera.
J.R.F lleva 3 años desempeñando trabajos eventuales, con el único objetivo de sobrevivir y pagar las facturas, aunque desde muy joven sus anhelos pasaban por estudiar la carrera que finalmente pudo estudiar, y trabajar en alguna de las 2 o 3 empresas de referencia en su sector. El problema es que la situación del mercado y el exceso de competencia, o más bien las pocas contrataciones, han convertido sus deseos en una quimera.
A J.R.F se le abre una nueva posibilidad, una de las multinacionales en las que deseaba trabajar está empezando a realizar un alto número de incorporaciones a través del Contrato para la formación y el aprendizaje, ahora bien, está contratando sobre todos puestos de base. El dilema que se le plantea a J.R.F es continuar desempeñando trabajos eventuales para subsistir, a la espera de que llegue su oportunidad, o por el contrario después de 20 años formándose, renunciando a fines de semana, vacaciones en algún caso e incluso a parte de sus vida social, aceptar la posibilidad de entrar en una de sus empresas de referencia, pero en un puesto base y con un salario un poco por encima del salario mínimo interprofesional y viendo como su puesto de referencia, para el que ha estado trabajando tantos años, lo desempeñan otras personas.
Al final, el dilema moral de J.R.F solo lo podrá resolver él, pero lo que es obvio es que el Contrato para la Formación y el aprendizaje, con sus virtudes y sus defectos, que los tiene, le ha dado la posibilidad a J.R.F de poder cumplir en parte sus deseos y anhelos, y una vez dentro de la empresa, ¿quien sabe? Quizás su buen hacer y sus méritos le permitan alcanzar el puesto que por cualificación y esfuerzo se merece.
Bajo mi punto de vista y a modo de conclusión, animo a las empresas a utilizar este tipo de contratación por diversos motivos que todos conocemos, pero sobre todo y como contamos en la historia de J.R.F, porque el talento puede aparecer de distintos modos, y en algunos casos en los puestos menos previsibles.
P.D: Nuestro protagonista estuvo 1 año trabajando en el departamento de atención al cliente, pasado este año promociono internamente y actualmente está desempeñando el puesto para el que se había estado formando toda su vida.
Enhorabuena por la publicación.
Desde luego me ha encantado como se plantea el problema tomando como referencia el caso de J.R.F.
Yo creo que el problema radica en que este tipo de contratos no son tan conocidos por las empresas, ni por las personas de a pié.